La noche se extendió como un velo interminable para Alicia Michelle Morgan.
A pesar de que intentó encontrar descanso en su lujosa cama, el sueño se negó a abrazarla. Se giró una y otra vez, acomodando las almohadas, tratando de ignorar la sensación de furia latente que aún ardía en su pecho tras su discusión con Dante.
Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de su mirada dominante volvía a ella. Sus palabras reverberaban en su mente como un eco imborrable.
"Lo que yo decido, se hace."
Alicia apretó los labios con frustración, negándose a aceptar la autoridad que Dante creía tener sobre ella.
"Maldito imbecil, no te imaginas cuanto te odio" Expuso en un susurro Alicia apretando con fuerza una de las almohadas.
El reloj marcó las dos de la madrugada cuando finalmente se rindió y se levantó de la cama. Caminó hasta la ventana y corrió las cortinas, dejando que la fría luz de la luna se filtrara en la habitación.
Abajo, en el patio de la residencia, la imponente figura de Dante Moretti