La imponente torre de Moretti Company. se alzaba como un símbolo de poder en Alemania. Dentro de su oficina en el último piso, Dante Moretti repasaba documentos con la misma frialdad con la que manejaba sus negocios. No había margen de error en su mundo. Todo debía ser perfecto, tal como él lo exigía.
El sonido de su teléfono interrumpió el silencio.
—¿Qué ocurre? —preguntó con su tono seco y autoritario al contestar.
—Dante, amigo mío, siempre tan directo. —La voz al otro lado de la línea pertenecía a Cesare De Luca, un influyente empresario con conexiones en todo el mundo—. No pierdes la costumbre.
Dante no estaba de humor para juegos.
—Si llamaste, es porque tienes algo que decirme. Habla, porque sabes perfectamente que no tengo todo el tiempo del mundo.
Cesare soltó una ligera risa.
—Precisamente por eso me agrada hacer negocios contigo. No pierdes el tiempo. Vamos directo al grano. ¿Qué te parecería un crucero exclusivo de dos días? Solo los mejores empresarios de Europa estarán