Faltaban tres días para la boda
Alicia había pasado gran parte de la tarde en silencio. El obsequio aún estaba allí, bien oculto en la parte más alta de su ropero, pero no en su mente. La mancha roja en el retazo de vestido, el nombre de Alana y esa frase envenenada se le habían tatuado en los pensamientos. Quería contárselo a Dante, pero… no. Algo dentro de ella se lo impedía. No podía mostrarle esa debilidad, no cuando todavía había tantas dudas en el aire, no cuando aún no entendía lo que él sentía o dejaba de sentir por ella.
Pero justo cuando el peso de aquel recuerdo empezaba a hacerse insoportable, una voz fuerte interrumpió la calma:
—¡¿Dónde está la novia más hermosa?! —gritó Alexandra Morgan desde la entrada, avanzando con los brazos abiertos.
—¡La más Hermosa! —añadió Sofía Morgan entre risas mientras empujaba la maleta con esfuerzo—.
Alicia bajó corriendo las escaleras, con una mezcla de sorpresa y emoción. Ver a sus hermanas ahí, en la antesala de su boda, era como recib