La media noche había caído con un suspiro silencioso en la Toscana. Las estrellas decoraban el cielo con una delicadeza que parecía sacada de un cuento, y dentro de la majestuosa mansión donde se hospedaba la familia Morgan, el silencio se imponía en los pasillos iluminados tenuemente por lámparas antiguas.
Alicia yacía en la cama de su habitación, rodeada por el perfume tenue de las flores que decoraban la estancia, pero sus ojos no lograban cerrarse. Había dado vueltas durante casi una hora, abrazando la almohada, buscando esa comodidad que días atrás encontraba sin problema alguno. Pero no estaba en su departamento, ni en la residencia Moretti, ni… con él.
Suspiró, exasperada consigo misma. No iba a aceptar que extrañaba a Dante. Por supuesto que no. No después de todo. Era solo su cuerpo mal acostumbrado a su presencia, a su calor, a la forma en que él se movía en la cama sin apenas hacer ruido, o cómo soltaba un suspiro bajo cuando estaba por quedarse dormido.
Le faltaba ese ruid