La madrugada se extendía en un silencio profundo. El sonido de la lluvia había cesado por completo, dejando solo el goteo intermitente de las gotas que caían de las ramas hacia el suelo húmedo. Dante abrió lentamente los ojos. La tenue luz de la luna se filtraba por la rendija del viejo techo, iluminando apenas la cabaña. Por un instante, no supo si todo había sido un sueño, que su mente le había jugado una mala pasada al pensar lo suficiente en Alicia.
Pero entonces la sintió. Ella estaba allí, a su lado.
Alicia dormía plácidamente sobre su pecho, respirando despacio, con el rostro sereno, como si al fin hubiera encontrado un refugio en medio de la tormenta. Sus brazos la rodeaban con una naturalidad que a él mismo le sorprendía, como si estuvieran hechos para sostenerla así… con ternura. Aún podía sentir la calidez de su piel, el eco de lo que habían compartido horas antes. Un suspiro escapó de sus labios.
Dante bajó la vista hacia ella. Sus pestañas descansaban tranquilas sobre sus