78. Entre Sombras y Promesas
Viktor lo miró con cierto respeto, aunque sabía que no podría contenerlo.
—Estás jugando con fuego —dijo.
—El fuego es lo mío —Eryx se giró y se marchó sin mirar atrás.
Viktor aplastó el cigarro con el zapato, con un dejo de inquietud en los ojos.
Por primera vez en años, había sentido miedo.
Eryx regresó a la habitación cerca de la medianoche.
Había pasado el día entero entre órdenes, llamados, silencios peligrosos y un instinto primario que no le daba tregua, protegerla, aun si el mundo entero se desmoronaba.
Cuando abrió la puerta, encontró a Shaya despierta, sentada, con las rodillas recogidas y la mirada perdida en la ventana.
La luz de las máquinas iluminaba su rostro, marcado por moretones leves, pero también por una fortaleza que parecía encenderse desde dentro.
Ella no volteó de inmediato; lo vio llegar a través del reflejo en el vidrio.
—No puedo dormir —susurró sin apartar la vista de la ventana.
Eryx entró despacio, con las manos en los bolsillos, como si temiera romper la