79. Ironía Mortal
A la mañana siguiente, un ruido en el pasillo los alertó.
Eryx se levantó inmediatamente; su cuerpo se tensó como un resorte.
Shaya sintió el cambio en el ambiente, la forma en que él se colocó entre ella y la puerta, como un escudo humano.
Pero no era Viktor, ni Emilia, ni Claudia. Era Santiago.
Eryx apretó la mandíbula.
Shaya sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
La presencia de Santiago, con esa mezcla de arrogancia y obsesión que siempre llevaba consigo, encendió todas las alarmas posibles.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Eryx, cada palabra cargada de un odio contenido.
Santiago sonrió con una calma inquietante. fino de un Pavón.
—Venía a ver cómo estaba Shaya —respondió —
Es… importante para mí —dijo Santiago. Eryx avanzó un paso, amenazante.
—No tienes derecho a acercarte —amenazó Eryx.
—Oh, Eryx —dijo Santiago, sin perder la sonrisa —No tienes idea de cuánto derecho me corresponde —contestó Santiago sin apartar la mirada de Eryx unos minutos para que sus ojos no se apartaron