21. ¿Nuevos aliados o nuevos enemigos?
El tintineo del celular rompió el silencio pesado de la habitación. Shaya abrió los ojos de golpe, con el corazón acelerado, como si aquel sonido la hubiera arrancado de un sueño en el que aún habitaban sombras. Miró la pantalla con desconfianza un número desconocido.
Dudó unos segundos, el pulgar temblando sobre el botón de aceptar la llamada. Finalmente, deslizó la pantalla.
—¿Hola? —su voz salió baja, cautelosa, como si temiera que al responder invocara a alguien que no quería escuchar.
Hubo una breve pausa al otro lado antes de que una voz femenina, cálida y algo temblorosa, emergiera.
—Shaya… por fin te pude localizar. Soy Verónica.
Shaya sintió cómo el aire se le atascaba en los pulmones. El nombre retumbó en su memoria. Verónica. Su amiga de la universidad, su confidente en los primeros años de matrimonio, la mujer que había desaparecido de su vida en cuanto Santiago empezó a moldear la jaula en la que la encerró.
—Verónica… —repitió, como probando la palabra en sus labios. Una