20. El Despertar de una Villana
El amanecer llegó lento, tiñendo la mansión Allen de tonos gris. Shaya estaba sentada frente al ventanal de su habitación, con la vista perdida en la ciudad que se extendía como un monstruo voraz. No había dormido. Cada segundo de la noche anterior volvía una y otra vez la humillación, la sonrisa congelada de Claudia, la amenaza velada de Eryx a Santiago.
Pero esa tormenta de emociones no la desgastaba. Al contrario, la alimentaba. Una nueva certeza había comenzado a germinar en su interior si quería sobrevivir, no bastaba con resistir. Tenía que atacar.
Shaya se levantó del sillón y caminó hasta el tocador. El reflejo en el espejo le devolvió una imagen distinta los ojos rojos por el insomnio, pero encendidos; los labios apretados, pero firmes; el porte erguido, como si cada músculo se hubiera negado a volver a encorvarse.
—No más lágrimas —murmuró —Esta vez, Claudia, vas a caer. Y tú también, Santiago.
La estrategia
La primera semilla del plan fue sencilla los rumores. En los círcul