La ciudad amaneció con un gris que no era de nubes sino de luto.
La casa parecía más grande sin la risa de Margot; el silencio dejaba esquinas frías donde antes había consejo, sopas calientes, y esas miradas que disolvían tormentas.
Alma no habló en todo el desayuno.
No probó el café.
Apenas sostenía la taza como si contuviera lo último que le quedaba en pie.
—Val, no puedo —susurró por fin—. No… no me pidan que sea fuerte hoy.
Valentín se acercó con cuidado, como si cada paso pudiera quebrar algo invisible.
Le rozó el hombro, pero ella se encogió sobre sí misma y apretó los párpados.
Había dormido con la ropa de ayer.
El rímel deshecho le marcaba dos caminos de agua negra.
—No tengo palabras —dijo él—. Solo estamos aquí y eso es maravilloso.
La televisión hablaba sola, en un volumen bajo que no respetaba el duelo:
“Recompensa de quinientos mil dólares por información sobre el paradero de Alma Rossi…; …fuentes señalan que el enfrentamiento interno entre familias provocó múltiples baja