El sol de las Bahamas entraba por las cortinas con la suavidad de una caricia. La brisa salada del mar movía apenas las hojas de las palmeras que rodeaban el resort.
Era uno de esos días donde el mundo parecía suspenderse en una burbuja perfecta, lejos del ruido, del crimen, del poder, de los clanes.
Donde solo existía el presente.
La noche anterior se habían quedado dormidos en la playa, dentro de una carpa privada del hotel. Aún con las risas frescas en los labios, el sonido de las olas como arrullo y el vino corriendo por la sangre.
Al amanecer, los empleados del resort los despertaron con una discreta cortesía y los ayudaron a regresar a sus habitaciones.
Cada uno tomó una ducha larga y reconfortante.
El agua caliente le devolvió a Alma la sensación de habitar su propio cuerpo. Se miró al espejo y, por primera vez en meses, no se sintió ni fugitiva ni enemiga ni jefa de clan.
Se sentía mujer.
Plenamente mujer.
Se aplicó una crema de coco con aroma dulce, se perfumó con sándalo y r