Cap. 16 Entonces ya vuelvo, mi amor.
El silencio al otro lado del teléfono se extendió tanto que Dayana casi pudo oír el fragor de la batalla interna de Ares: el estratega contra el hombre enamorado. Cuando por fin habló, toda la furia y la arrogancia se habían desvanecido, dejando solo una cautela frágil y una esperanza que sonaba peligrosamente genuina.
—Dayana… —su voz era ronca, cargada de una emoción cruda.
—¿En serio?
No era una pregunta retórica. Era la súplica de un náufrago que ve una luz en la orilla. Era todo lo que Dayana necesitaba oír.
—Claro —continuó él, apresurándose, como si temiera que ella cambiara de opinión.
—Claro que sí. Las tres horas son tuyas. Yo… yo mismo te llevaré al neurólogo después. Estaré ahí. A tu lado. —Hizo una pausa, y su siguiente frase fue un susurro vulnerable, casi infantil
—Por favor… no juegues conmigo en esto.
Esa era la clave. La última y más poderosa confirmación. Su punto ciego era tan grande que había tragado la carnada entera, anzuelo y todo. La trampa había funcionado a