Cap. 15 Una hora
Ares resopló después de considerar ese ultimátum.
—Ninguna de las dos —respondió Ares, su voz grave como el basalto.
—Te propongo una Opción C.
Dayana contuvo la respiración. Él nunca aceptaba los términos ajenos; siempre imponía los suyos.
—Yo mismo te llevo a casa de tu tía —continuó él.
—Me quedo en el auto. Tienes una hora exacta con ellas. A cambio… —hizo una pausa estratégica— tú accedes a una sesión real, de buena fe, con el neurólogo especialista que Mario recomienda. Sin sarcasmos. Sin resistencia. Sin la máscara de la "Dayana rebelde".
Su tono se volvió ligeramente irónico, pero no burlón.
—Sería un gesto de buena fe, para compensar mi… arresto domiciliario de lujo, como tan gráficamente lo llamaste.
La línea permaneció en silencio un segundo, cargada del peso de la propuesta.
—¿Aceptas? —preguntó, finalmente—. O seguimos en este punto muerto. Y déjame decirte algo, Dayana: los puntos muertos desgastan. Y a ti, en tu estado, te desgastan mucho más que a mí.
—Una hora —replic