La puerta se cerró con un golpe seco.
El eco retumbó en la habitación como un martillazo final.
Y con ese sonido, supe que Santiago ya no estaba ahí.
Se lo habían llevado.
Lo habían sacado a la fuerza, arrastrándolo lejos de mí, lejos de este infierno en el que acababa de encerrarme voluntariamente.
Mi corazón martillaba con fuerza contra mi pecho, pero no permití que el miedo se filtrara en mi expresión.
No podía darles eso.
Guillermo me observaba desde el otro lado de la habitación, con una sonrisa satisfecha dibujada en sus labios.
La noche era un manto denso y sofocante.El aire olía a pólvora, a peligro, a la inminente tormenta que estaba por desatarse.Santiago apretó el arma entre sus manos mientras observaba la imponente estructura frente a él.La guarida de Guillermo.Un edificio abandonado en el corazón del puerto, lejos de la ciudad, donde nadie escucharía los gritos, donde nadie interferiría en el juego de poder que estaba a punto de llegar a su final.Sofía estaba ahí dentro.Y esta vez, no pensaba dejarla atrás.Los hombres de Santiago se movieron en la s
El aire olía a cenizas y pólvora.Las llamas aún devoraban lo que quedaba de la fortaleza de Guillermo, lanzando columnas de humo negro al cielo.Cada explosión había dejado grietas en la tierra, escombros desperdigados, cuerpos inertes esparcidos entre las ruinas.Pero estábamos vivos.Sofía estaba viva.Y eso era lo único que importaba.Las sirenas perforaron la quietud de la madrugada, acercándose con rapidez.Luces rojas y azules parpadeaban en la distancia mientras las unidades policiales y los vehículos negros del FBI se deten&iacut
El cuerpo de Santiago sanaba más rápido que su mente.Las heridas superficiales cerraban con cada día que pasaba, los moretones se desvanecían, su piel volvía a ser la misma de siempre.Pero sus ojos…Sus ojos ya no eran los mismos.Se movía con una tensión constante, siempre alerta, siempre midiendo cada sombra, cada sonido, cada rostro desconocido.Había dejado de dormir bien.Yo lo notaba.Incluso cuando él intentaba ocultarlo.El regreso a la empresa fue extraño.Después de todo lo que había pasado, después de haber visto la muerte de cerca más veces de las que podía contar, caminar de nuevo por los pasillos de Ferrer & Asociados se sintió irreal.Las personas nos miraban con curiosidad, con respeto… co
El miedo no desapareció.Se transformó.Ya no era el tipo de terror que paraliza, que te deja sin aire ni opciones.Era peor.Ahora se sentía como un par de ojos invisibles observándome en cada esquina. Como una sombra sigilosa que se deslizaba entre la multitud.Como un susurro apenas audible en la brisa nocturna.La certeza de que algo acechaba.Y que no importaba cuánto corriéramos… no habíamos escapado.Comencé a notar las señales en pequeños detalles.
El aire en la oficina de Santiago se sentía espeso.La tensión colgaba sobre nosotros como una tormenta a punto de desatarse.La reunión con Luca De Martino había terminado, pero su sombra aún flotaba en el ambiente.No era solo un inversionista.No era solo un hombre de negocios.Era un recordatorio de que el pasado nunca nos dejaría en paz.Santiago encendió su laptop y comenzó a escribir con rapidez.Sus dedos se movían sobre el teclado con precisión, su expresión endurecida por la concentración.
La prisión tenía ese olor inconfundible a desesperanza y resignación.A vida desperdiciada.A muerte lenta.El pasillo de concreto parecía interminable mientras caminaba hacia la sala de visitas. Cada paso resonaba como un eco en mi cabeza, sincronizado con los latidos erráticos de mi corazón.Santiago no quería que viniera.Pero tenía que hacerlo.Tenía que verlo con mis propios ojos.Tenía que asegurarme de que seguía vivo.Los guardias me hicieron pasar y me señalaron una mesa al fondo.
El pasado era un peso que siempre había llevado conmigo.Una sombra que se aferraba a mi piel, recordándome que mi apellido no era solo un nombre, sino una sentencia.Pero ya no más.Ya no.La decisión se sintió como un salto al vacío.Sabía que no había vuelta atrás.Que una vez que lo hiciera, el mundo en el que había crecido se cerraría para siempre.Pero no quería seguir viviendo con miedo.No quería seguir huyendo.Así
El viento soplaba con suavidad, revolviendo las hojas secas del suelo y acariciando mi piel con una brisa fresca y limpia. Era un viento diferente al de la ciudad, donde el aire siempre parecía estar cargado de tensión, de prisa, de peligro acechando en cada esquina.Aquí, en este rincón apartado del mundo, el viento solo era viento.Nada más.Pero yo no sabía cómo existir en un mundo donde todo era tan… tranquilo.Desde que habíamos llegado la noche anterior, me sentía extraña. Como si mis músculos aún no entendieran que podían relajarse, como si mi mente se negara a aceptar que no había amenazas esperando en la oscuridad.No hab&iacu