La noche era un manto denso y sofocante.
El aire olía a pólvora, a peligro, a la inminente tormenta que estaba por desatarse.
Santiago apretó el arma entre sus manos mientras observaba la imponente estructura frente a él.
La guarida de Guillermo.
Un edificio abandonado en el corazón del puerto, lejos de la ciudad, donde nadie escucharía los gritos, donde nadie interferiría en el juego de poder que estaba a punto de llegar a su final.
Sofía estaba ahí dentro.
Y esta vez, no pensaba dejarla atrás.
Los hombres de Santiago se movieron en la s