La vida de Salvatore siempre estaba envuelta en peligros inminentes; nunca pudo disfrutar de tener una vida tranquila por culpa del imperio que le había dejado su padre. Incluso, Salvatore, estando en el vientre de su madre, estuvo a punto de morir en muchas ocasiones por los trabajos ilícitos que sus padres tenían. Y, para su desgracia, cuando nació, tuvo que adaptarse a esa dura vida que habían elegido para él. Su padre le enseñó cómo el dinero podía mover el mundo y le repetía constantemente que todo aquel imperio que había formado algún día sería suyo.
Para la desgracia de Salvatore, aquel día había llegado, pero no como él hubiera querido. No hubo un banquete o alguna celebración entre los más allegados, como se lo habían mencionado sus padres; en realidad, tuvo que tomar el mando de la mafia porque su padre había muerto en un enfrentamiento contra uno de sus enemigos que lo emboscó. Apenas Salvatore tenía 19 años y ya estaba planeando cómo vengarse de aquellas personas que habían matado a su padre, y, aunque su madre intentó tomar el mando de la mafia, Salvatore no la dejó porque en su vientre estaba creciendo su hermanito.
Al poco tiempo en que Salvatore había tomado el mando de la mafia, se dio cuenta de que no había vuelta atrás; no podría huir ni tener aquella vida tranquila que, muy en el fondo, deseaba con desesperación en algún futuro. Ahora tenía que proteger a sus seres queridos, como se lo había enseñado su padre, por lo que poco a poco la idea de tener a alguien a su lado iba desapareciendo. Salvatore no quería dañarle la vida a esa persona en un futuro o que viviera con el miedo constante de que algo llegara a pasar por los enemigos que se había ganado.
Sin embargo, esa idea desapareció por culpa de aquella visita…
Su madre creía en una vidente que vivía en un pueblo poco conocido del país; cada año la visitaba para que le leyera su futuro, e iba sin falta alguna. Salvatore, por primera vez, fue con ella para cuidarla ante su embarazo, pero aquella vidente no paraba de verlo fijamente, como si pudiera leer su rostro inexpresivo. Y, para su sorpresa, las palabras que aquella extraña vidente le dijo esa noche nunca abandonaron su mente:
“—El imperio que tienes ahora no es nada con lo que tendrás en unos años… Vendrán más muertes… traiciones… peligros… —Las palabras de aquella vidente solo provocaron que el joven Salvatore rodara los ojos fastidiado, y comenzara a caminar hacia la salida, donde se encontraba su madre esperándolo. No quería escuchar lo que ya presentía que vendría en su futuro.
—Llegará una mujer a tu vida. —Esa simple oración hizo que Salvatore se detuviera bruscamente y, por alguna razón, su corazón se aceleró. La vidente mostró una extraña sonrisa mientras giraba su rostro hacia donde presentía que estaba el joven.— No vas a querer alejarte de ella… Están destinados a estar juntos y, cuando menos lo esperes, la conseguirás… Pero por ahora solo podrás soñar con ella, anhelando tenerla a tu lado.
Salvatore sintió un extraño escalofrío recorrer su espalda; detuvo su respiración por algunos segundos hasta que se giró para ver a la vidente. Pero no la encontró por ningún lado de aquella pequeña sala. ¿En qué momento aquella vidente ciega se había marchado?...“
(...)
El presagio de la vidente se había cumplido luego de algunos años: el imperio de Salvatore se había extendido mucho más de lo que este hubiera creído. Ahora era mucho más reconocido y temido en aquel mundo ilícito que lo rodeaba constantemente. Aunque era buscado por la policía, nunca lo encontraban; era como buscar un fantasma. Mucha gente con poder estaba con Salvatore y, por aquella razón, siempre ocultaban todo lo relacionado con él. Sabían que si cometían algún error, ellos igual caerían.
A pesar de que la vidente le mencionó que vendría muerte en su futuro, nunca se imaginó que su madre sería quien muriera. Le dolió mucho, pero tuvo que mantenerse firme, ahora que sería él quien cuidaría de su hermano menor. El pequeño Marco se alejaba de su hermano, no podían convivir entre ellos porque apenas y hablaban, por lo que Salvatore solo dejó que la nana se encargara de él.
Salvatore sabía que tenía muchas responsabilidades; sin embargo, lo que más ocupaba su mente era aquella mujer con la que soñaba constantemente desde que la vidente se lo había mencionado. Al principio creía que era una simple sugestión: solo podía soñar con la silueta de una mujer en la distancia y, cuando intentaba acercarse, esta desaparecía. Los sueños se volvieron constantes y, con los meses, él podía notar cómo se comenzaba a revelar más la apariencia de aquella mujer desconocida.
Y ahora no podía esperar a dormir unas pocas horas solo para volverla a ver. En sus sueños podía apreciar su piel clara adornada de pequeños lunares en diferentes zonas de su cuerpo, incluso había podido tocar su larga cabellera, aunque lo que más anhelaba Salvatore era poder ver su rostro, pero no podía. Una extraña niebla ocultaba la cara de aquella mujer desconocida. Le tocaba apreciar lo poco que tenía en aquellos sueños con ella, escuchando su dulce voz llamándolo.
Incluso él mismo sentía que estaba llegando muy lejos al buscarla en el país. Había mandado investigar a varias mujeres que tuvieran las mismas características que aquella mujer desconocida de sus sueños. Salvatore se estaba obsesionando sin darse cuenta. Algunas de aquellas mujeres llegaron a aparecerse físicamente, pero él sabía que no era ella. Cada vez que despertaba, sentía un vacío en su interior como si le hubieran arrancado lo más preciado que tenía, pero cuando volvía a dormir y lo primero que escuchaba era su dulce voz llamando su nombre, sentía cómo su corazón daba un vuelco, deseando permanecer allí con ella.
Salvatore estaba a nada de dormirse, sentía cómo poco a poco visualizaba a aquella mujer que había conseguido atormentar su mente y ganar un lugar en su corazón; sin embargo, un fuerte ruido provocó que se sobresaltara, despertando de golpe y dejando caer el vaso de whisky que estaba tomando.
—¡Es muy temprano para dormir, bella durmiente! —mencionó con burla Alessandro, mirando a su jefe y evitando reírse ante el susto que le había provocado. Por otra parte, Salvatore solo soltó un resoplido mientras pasaba una mano por su rostro soñoliento.
—Carajo, ¿no pudiste haber tocado al menos? —preguntó con molestia mientras miraba hacia el escritorio, observando una carpeta que antes no estaba allí. Salvatore la tomó entre sus manos, revisando su contenido mientras Alessandro se sentaba al frente de él.— ¿Y esto?
—Encontramos a algunas mujeres con las características que nos pediste —dijo, soltando un suspiro mientras se recostaba en el asiento con tranquilidad, mirando cómo Salvatore solo fruncía su ceño molesto, observando las fotos para luego solo tirar la carpeta con las fotografías al basurero.
Alessandro no sabía lo que estaba pasando, solo seguía órdenes de Salvatore. Sin embargo, estar buscando a una mujer a la que no sabían su nombre y mucho menos cómo se veía su rostro le estaba irritando. Todas las fotografías que cada semana le mostraba eran tiradas a la basura o Salvatore las quemaba mientras exigía que siguieran buscando.
—Sería más fácil que me dieras más información sobre ella: su nombre, alguien que la conozca, cómo se ve o si al menos está viva. —El tono tranquilo de Alessandro había cambiado, se notaba cansado de esa situación. Había tenido la misma conversación con Salvatore más de una vez y nunca le daba nueva información, incluso por un tiempo creyó que era una broma de mal gusto solo para fastidiarlo. Pero ahora sentía que no le estaba contando toda la verdad sobre aquella mujer que estaba buscando.
—¡Está viva! —aseguró con molestia mirándolo fijamente, pero en el fondo Salvatore estaba dudando de sus propias palabras... ¿Y si estaba muerta?— Solo sigue buscando…
Su voz salió más baja de lo normal, casi como si fuera una súplica. Alessandro solo pudo soltar un suspiro mientras asentía con su cabeza en señal de que lo haría. Mientras se levantaba del asiento dispuesto a marcharse, se giró para verlo.
—Recuerda que el jueves es el cumpleaños de Elena, quiere un cuadro de una pintora que vendrá dentro de unos días al país. Te mandé la información por mensaje —le recordó, saliendo del despacho y dejando a Salvatore nuevamente solo.
Salvatore miró de reojo su teléfono, dudando en si tomarlo. Quería volver a intentar dormir con tal de poder verla de nuevo, pero en vez de intentarlo solo tomó su teléfono, comenzando a revisar lo que Alessandro le había mandado. Sabía que debía regalarle algo a Elena, después de todo era la nana de Marco y se había convertido en parte de la familia por los años que estuvo trabajando para ellos. Salvatore frunció su ceño mientras revisaba aquel perfil social, su corazón comenzó a acelerarse y sus manos temblaron.
—No… No puede ser ella… —susurró para sí mismo sin poder creer lo que estaba viendo. Entre más revisaba el perfil de la pintora podía ver algunas fotos de ella. Era idéntica a la mujer que aparecía en sus sueños: el mismo tono de cabello, su piel, algunos lunares, y cuando escuchó su voz en uno de sus videos lo pudo confirmar.— ¡Es ella! ¡La encontré!