Capítulo veintiuno

Capítulo 28

Me separé al instante de él, ruborizada y sin saber que decir. Me llevé los dedos a los labios, tocando dónde él había depositado los suyos y no paraba de sonreír, alegre, entusiasmado. Puse un brazo como barrera al notar que Sebastián se lo quería llevar por encima, colocando mí brazo en su abdomen.

Lauter palideció al verlo y aquella alegría se vio remplazada por la ira.

—¡No, maldición!—grité, al ver qué ambos pretendían molerse a golpes.

—¡La secuestraste por un año maldito hijo de perra! —gritó Lauter, dandolé una trompada a la altura del ojo y haciendo que Sebastián cayera de bruces contra el suelo del aeropuerto.

—¡No es lo que piensas!—le grité a Lauter, sacada de quicio, sentandomé en el suelo para corroborar que estuviera bien.

El ojo se le estaba hinchando horrores.

—¡Si, se la verdad, sólo que hace tiempo quería golpearlo!—exclamó Lauter, mirando sus nodillos rojos por el golpe y sacudiendo la mano.

—Pedazo de imbécil criaste, Miriam. —se quejó Sebastián, ponié
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