EL GUARDAESPALDAS DE MI HERMANO: 5. Solo serás tú quien decida qué hacer con nosotros.
La carretera se abrió paso frente a ellos. No habían hablado de nada durante todo el camino y la ciudad y los autos comenzaban a quedar atrás.
— ¿A dónde nos llevas? — preguntó ella, después de un rato. El bosque a los lados no dejaba entrever que hubiese civilización más allá.
— De hecho… ya hemos llegado — contestó él, apagando el motor del auto.
Elizabeth frunció el ceño, sin comprender, y miró a través de la ventana del copiloto. Enormes árboles no dejaban entrever que hubiese civilización, al menos no mucho más allá de sus límites. También llovía.
Volvió la vista a él.
— Estamos a mitad de una carretera solitaria, por si no te has dando cuenta.
— Lo sé — le guiñó un ojo al tiempo que salía del auto, lo rodeaba y le abría la puerta. Extendió su mano.
Ella abrió los ojos.
— ¿Qué haces?
— Te dije que hemos llegado.
— Pero… está lloviendo — musitó. ¿Se había vuelto loco?
— ¿Confías en mí?
Pasó un trago. Lo hacía… por supuesto que sí, y aunque no sabía qué locura se proponí