— ¿Beth? — él la miró extrañado y la instó a continuar.
En eso, se acercó Dalia. Elizabeth la examinó de arriba hacia abajo, después apartó la mirada.
Leonas notó que Dalia todavía tenía puesta una camisa de él.
M****a.
Cerró los ojos por un segundo.
— Elizabeth…
— Iré por Raquel. He estado loca por pasar tiempo con ella — dijo con una sonrisa apagada, intentando restarle importancia a la situación. Y sin esperar a que él la detuviera, caminó hasta la casa.
— ¿Está todo bien? — le preguntó Dalia en cuanto se quedaron solos.
— Dalia, tienes que… — torció el gesto.
La mujer arrugó la frente. Miró hacia la dirección en la que había desaparecido Elizabeth y después a él. Comprendió inmediato.
— Dios, ¿es ella? — preguntó, avergonzada — ¿Es… Elizabeth? — Leonas asintió —. Dios, seguro imaginó lo peor. Yo… lo mejor será que me vaya, ¿verdad?
Él se encogió de hombros.
— ¿Estarás bien?
— Sí, llamé a una amiga. Vendrá por mí. Justo venía a avisarte.
Leonas asintió y la despidió co