Unas semanas después…
Tener que adaptarse a vivir juntos no fue nada complicado. Raquel lo hacía demasiado fácil. Los despertaba con brincos en la cama cada mañana y los tenía activos todo el día esperando que igualaran sus energías.
Elizabeth parecía otra. Estaba renovada. Lo que la convertía en una mejor madre para su hija y la mujer con la que Leonas merecía compartir su vida.
Una noche, en complicidad, padre e hija planearon una cena romántica en el jardín.
Él se vistió de esmoquin y ella de chef profesional. Lo que arrancó una contagiosa carcajada de Elizabeth en cuanto bajó las escaleras y apareció en el jardín, con aquel precioso vestido rojo que él había dejado en la cama de ambos con una pequeña nota que decía.
“Úsame esta noche”
— ¿Qué es todo esto?
— Usted, señora, y yo, hemos sido cordialmente invitados a probar el nuevo platillo, especialidad de la chef.
— ¡Esa soy yo! — alzó el dedo, con su gorrito blanco que le quedaba divino.
Elizabeth les siguió el juego.
— ¿