EL GUARDAESPALDAS DE MI HERMANO: 11. El grito de Raquel
Después de largos segundos, Leonas salió de su estupor, se pasó la mano por el rostro y fue tras ella.
— ¡Beth, espera! — la vio bajar las escaleras. Tenía prisa por alejarse de él. Eso le dolió — ¡Beth, por favor!
Ella se detuvo al final del último escalón. Él la alcanzó.
— ¿Qué quieres que espere? — le preguntó con el corazón chiquitito — No quiero verte ahora.
— No me digas eso — rogó, dolido.
— Entonces deja que me vaya.
— No puedo hacer eso… no puedo dejar que te expongas y expongas la vida de nuestra hija allí fuera — le dijo en tono pausado. Suspiró —. Beth, escucha, asumo toda la culpa por haberte ocultado algo importante en pos de protegerte, pero tu familia y yo creíamos que…
— ¿Mi familia? — enarcó una ceja — ¿Quieres decir que todos lo sabían menos yo? — él no dijo nada en ese momento —. No tenían ese derecho…
— Fue un error, sí, pero no puedes culparnos por intentar protegerte, por intentar… evitarte un dolor.
— Oh, Leonas, cuan hipócrita se escucha eso — escupió