EL GUARDAESPALDAS DE MI HERMANO: 6. Quiero besarte
Llegaron empapados y muertos del frío. Lo primero que hizo Elizabeth fue preguntar por su hija.
— Todavía está dormida, señora — le dijo la muchacha del servicio con una amable sonrisa.
— ¿Y Alina? — preguntó Leonas.
— Descansando, señor.
— ¿Qué dijo el doctor?
— Que la bala solo le rozó la pierna, pero que estará bien.
— Muy bien, gracias. Puedes retirarte.
La muchacha se retiró, dejándolos solos. El vestíbulo estaba cobijado únicamente por la tenue luz de una lámpara. Se miraron, esperando a ver quién de los dos rompía el silencio.
— Iré por Raquel — fue ella quien lo hizo.
— ¿Te vas? — quiso saber él, en un tono bajo.
— Ya es tarde.
— ¿Por qué no te quedas esta noche? — le propuso de pronto.
A Elizabeth se le cortó el aliento.
— ¿Quedarme…? — preguntó, nerviosa, y pasó un trago — Leonas…
— Beth, aunque me encantaría tenerte aquí cada día de mi vida, y verte al despertar cada mañana, no haré nada con lo que tú no te sientas cómoda, pero me quedaré más tranquilo si pasan