81. Quiero besarte
Minutos más tarde, estaban sentados en una pequeña y discreta mesa a la luz de la luna que entraba tímida y plateada por una de las ventanas.
— ¿Qué se te antoja? — le preguntó él. Ya había servido las copas.
Ella miró los platillos con deleite.
— No lo sé, todo se ve delicioso.
— María es una excelente cocinera — reconoció —. Déjame servirte un poco de todo.
— Te ayudo — al intentar incorporarse, él colocó su mano sobre la suya y la miró con adoración.
— Yo me encargo por esta noche.
— Pero…
— An, por favor — le rogó con dulzura —. Cuando te invité a cenar, lo hice con la intención de que no tuvieses que mover un dedo en toda la noche. Permite que sea yo quien se encargue, ¿sí?
— Bueno, pero yo quiero servir el postre — propuso.
— Me parece bien — aceptó, complacido, y entonces empezaron a compartir y a deleitarse de los alimentos servidos.
Todo estuvo delicioso, opinaron sobre cada aperitivo y coincidieron con que ninguno de los dos había probado manjares tan exquisitos.