80. Una isla privada
Después de una hora y media de camino, llegaron a un pequeño bote a la orilla de un lago.
— ¿Qué es esto? ¿Qué hacemos aquí? — le preguntó ella, un tanto desconcertada al bajar del asiento copiloto del auto.
— Confía en mí — le pidió, extendiéndole la mano.
Ella lo miró por un microsegundo, después aceptó el contacto de aquellos firmes dedos entre los suyos y se dejó guiar por él.
De repente, el bote se movió ligeramente con el peso de ambos y un pequeño chillido salió de la femenina, causando que el CEO soltara una pequeña risa.
— ¡No te rías! ¿Esto es seguro? — quiso saber, con los ojos abiertos, mirando solo agua a su alrededor.
— Tranquila, solo sujétate de mí y estarás bien.
— Pero esto se mueve.
— Es normal, estamos sobre el agua.
— Sí, pero… — antes de que pudiera terminar de hablar, él ya había acunado su barbilla y obligado a mirarlo.
— Conmigo nada te pasará — le prometió —. No te traería hasta aquí si no supiera que es seguro para ambos, sobre todo para ti.
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