17. No tuviste que haber dicho eso
Entró a la habitación a la que la habían trasladado. Ella dormía boca arriba, serena, ya no sudaba ni le temblaban los labios.
— Creí que estaba despierta — mencionó en voz baja a su amigo que se había quedado cruzado de brazos bajo el marco de la puerta.
— Se habrá quedado dormida otra vez, el exceso de sueño es un síntoma muy común en su estado.
— Me quedaré con ella.
— Bien, avísame si necesitas algo. Es muy probable que tenga que pasar la noche aquí para tenerla monitoreada.
— ¿Puedes decirle a mi madre y abuela que vuelvan a casa? No tiene caso que sigan aquí si yo me quedaré con ella.
— Por supuesto.
Él asintió antes de quedarse a solas con ella. Minutos más tarde, mientras observaba a la nada a través de la ventana, escuchó un suave sollozo.
— No, por favor, no me quites a mi hijo — al principio, se quedó pasmado, luego se dio la vuelta y descubrió que Ana Paula se movía y quejaba con debilidad — Es mío, es mi hijo… no nos separes, me necesita.
El corazón del CEO se enc