—¿Qué está diciendo?
La voz del hombre se tornó baja, peligrosa. Incluso su suegra pudo notar el cambio de aura.
—No lo sé con exactitud. Solo está algo misteriosa, Marcos.
—¿Está sugiriendo acaso que me está engañando? —apretó el puño, haciendo que los nudillos se tornaran blancos.
—¡No! ¡Por supuesto que no!
—¿Entonces?
—Solo… estoy tratando de ayudar —titubeó un poco, ya no tan convencida de esa idea. ¿De verdad estaba ayudando?—. Sé que el matrimonio de ustedes ha tenido dificultades, pero estoy convencida de que eres un buen hombre, Marcos. Por eso, solo quiero que hables con ella. Resuelvan las cosas. Sigan intentándolo. No se rindan, por favor.
—¿Y acaso soy yo el que se está rindiendo? —soltó con amargura y los puños tan apretados que las venas de sus brazos se comenzaron a notar—. ¡He hecho de todo por mantenerla feliz! ¿Y cómo me paga? ¡Planeando irse a mis espaldas!
—Marcos, hijo, entiendo que puedas estar enojado —intentó conciliar—, pero escúchala; resuelvan las diferenci