Cerró el grifo al segundo y se giró con toda la intención de esquivarlo e irse.
Era el baño de mujeres, así que no existía ninguna excusa para que Alejandro estuviera allí, excepto que, como siempre, quisiera hacer que el caos se apoderara de su vida. Y sin duda, eso ocurriría si Marcos se llegaba a dar cuenta de esto.
—¿Qué pasa con ese marido tuyo, eh? —dio un paso al frente con ese tono burlón que tanto lo caracterizaba—. ¿Dando espectáculo para que la gente se dé cuenta de que “su mujer” es verdaderamente suya? ¿O es que, en verdad, no es tan suya como cree?
—No sé de qué hablas… —siguió caminando hacia la puerta sin dedicarle siquiera una mirada. Ya conocía sus juegos, su manera de proceder. No caería en su trampa.
—Me preguntó por cuánto tiempo seguirás engañándote, Selene.
—¿Engañándome? —se detuvo y lo miró entonces, maldiciéndose al segundo por hacerlo. El hombre sonrió. Lento, seguro, como si eso fuera justo lo que había deseado. Sus labios apenas se curvaron con esa arrogan