La operación había sido un éxito.
Ahora se encontraba con su bebé en la habitación, observando cómo dormía y respiraba con normalidad.
El ductus había sido cerrado, así que su corazón latía sin esfuerzo extra y sin inundaciones en sus pulmones.
—Es un guerrero, mamá. En unos días lo tendremos fuera de la incubadora —fueron las palabras del médico.
Una buena noticia, por fin, después de tanto tiempo.
Notó entonces el momento exacto en el que su madre y su hermanita entraban, cada una sosteniendo algo. Su mamá traía una bolsa con ropa limpia y Clarie, un osito de peluche enorme.
—¡Mami! ¡Alan ya no tiene el tubito! —dijo la muchacha casi corriendo.
Le hizo un gesto para que bajara la voz y luego le extendió la mano para que se acercara.
—Ven, mi amor. Puedes tocarlo, con cuidado.
Clarie acercó un dedo y rozó la mejilla de Alan. El bebé hizo una mueca y siguió durmiendo.
—¿Cómo te sientes, hija? —dijo su madre, sentándose a su lado. Habían sido días difíciles, pero ya lo peor parecía hab