Su madre nunca le había hablado de esa forma.
Nunca había visto esa ira, ese fuego en sus ojos.
Parecía que cada una de las palabras que acababa de decirle era algo que había estado conteniendo durante mucho tiempo, algo que ya no podía seguir guardando.
Y entonces entendió que así era cómo se veía desde los ojos de su madre.
Se veía como una mujer insensata, masoquista, quizás, que no se cansaba de tomar malas decisiones.
—¡Respóndeme, Selene! ¡¿Lo amas?! ¡¿Amas a ese hombre?!
Si le decía que sí, sentía que su madre iba a golpearla. Posiblemente, ella colocaría la mejilla para que lo hiciera, porque… ¿Qué más tenía que hacerle Alejandro para que su corazón masoquista dejara de amarlo?
—¡Suelta eso ya! —la tomó de la barbilla, encarándola. También había dolor, frustración… su madre estaba haciendo lo que creía correcto—. No quiero ver más a mi hija suspirando por un hombre que no la merece, ¿me oyes?
—Nunca más —prometió no solo a su madre, sino también a sí misma. Su amor por Alejand