Las palabras de Alejandro se repitieron en su cabeza durante toda la noche.
—Ahora que lo sé, solo puedo pensar en ustedes tres.
No había dicho nada después de eso. No supo qué decir. Ni siquiera supo si lo que estaba escuchando era en serio o algo producto de su imaginación.
El hombre se terminó yendo poco después, dejándola allí de pie, parpadeando repetidamente.
Sacudió la cabeza por fin y se fue a acostar en la cama. Pero acostarse solo ayudó a pensar en sus palabras una y otra vez hasta que, finalmente, se quedó dormida. Posiblemente era de madrugada cuando se durmió.
Al despertar, su cuerpo se sintió más liviano. El colchón de Alejandro era mucho más suave que el suyo y la habitación estaba ambientada para permitir un buen descanso.
—¡Selene! —escuchó que le llamaban y supo que era su madre.
Abrió con un poco de pereza antes de que la mujer entrara como una exhalación.
—Finalmente, ese hombre se fue —comentó como si verlo partir fuera la misión más importante de su vida—. Tenem