—Sabes perfectamente que eso nunca va a pasar —contestó con calma, como si no acabara de decirle que su intención era mantenerla en una posición denigrante para siempre.
—¿Nunca? —repitió lentamente, sintiendo completamente desagradable aquella palabra en su lengua—. Debes estar bromeando, Alejandro.
—Yo no bromeo, Selene.
Y sí, tenía razón, él nunca bromeaba.
Era el tipo más amargado que hubiera conocido jamás.
—Según nuestro acuerdo, me quedan menos de cinco meses siendo tu amante; luego de eso, me dejarás en paz —su intención no era aceptar nuevamente dicha posición. Pero hacía tan solo dos días que sus prioridades habían cambiado.
Ahora estaba embarazada y necesitaba culminar sus estudios universitarios para poder brindarle un buen futuro al pequeño por nacer. Además, pretendía impedir que, en esos poco más de cuatro meses restantes, Alejandro se enterara de que estaba esperando a su hijo. No sabía exactamente cómo lo haría, pero ese era el objetivo: desaparecer sin que supiera de