Su voz me atraviesa como un dardo. Sus palabras retumban en mi cabeza una y otra vez, pero de todas, una resuena con más fuerza.
…Te deseo…
No lo dijo con vacilación, tampoco con burla. Solo lo ha dicho como si fuese una verdad absoluta, brutal y desesperada. Y ese tipo de verdad, cala demasiado en mí.
Intento detener el beso, no puedo seguir alimentando este ferviente deseo carnal que me está quemando por dentro. Cuando lo logro, que entiende que necesito un momento, mis labios tiemblan y mis pulmones apenas recuerdan cómo respirar.
Jadeo con la respiración acelerada, buscando su mirada, sintiéndome desorientada mientras intento encontrar en sus facciones un poco de cordura, un freno, algo que me grite que solo me está mintiendo, que esto es parte de su juego.
Pero Maximilian no parece estar jugando y tampoco dispuesto a detenerse, porque intenta besar mis labios otra vez.
Lo detengo llevando mis dedos en sus labios. De inmediato frunce el ceño, sigue respirando con el pecho agitado