El ruido me arranca del sueño de un solo golpe. Abro los ojos y, por unos segundos, me siento desorientada, aturdida y muy confundida. No sé qué hora es, pero por la claridad que se filtra por las cortinas, puedo confirmar que ya amaneció.
Otra vez el ruido se hace presente, el corazón me salta y volteo a mirar hacia la puerta. Me quedo quieta, con el corazón, latiéndome muy rápido. Intento despertarme por completo, ubicarme en tiempo y espacio. Escucho pasos del otro lado, voces en susurros y más el pulso se me dispara.
De repente, el mueble que puse como obstáculo es removido por la fuerza con que empujan ambas puertas y el corazón me da un vuelco.
«Él ya vino por mí».
De la nada, dos guardias reales entran sin siquiera mirarme. Ambos van directo al sofá que arrastré. No sé qué decirles, intento hablar, pero la misma impresión no me deja pronunciar ni una palabra.
Mis ganas de hablar quedan en el aire, porque los dos guardias salen de la habitación, dejándome más desconcertada de cu