El silencio cae con una densidad que apenas puedo soportar.
Su mirada, hermosa y llena de tanto que no logro descifrar, me sujeta, me clava al suelo como si fuera capaz de desarmarme solo con ese gesto.
«Sí puede y lo sabe muy bien».
Maximilian no responde, apenas y parpadea. En este instante, siento que mi pregunta ha tocado una fibra que no debería haber tocado.
«¿Qué me oculta?».
—¿Por qué…? —repito, casi en un susurro, la pregunta que no logro terminar de formular gracias a él, porque se ríe
Maximilian deja escapar una risa seca, una que no tiene nada de humor.
Da un paso hacia atrás y el aire parece que vuelve a entrar en mis pulmones como si hubiese estado conteniéndolo durante horas. Lo miro con interés, se lleva una mano al cuello, masajeándoselo con lentitud, mirando mis manos, la ropa que llevo puesta. Realmente no lo sé, pero deja de mirarme a los ojos y eso es raro en él.
El gesto me parece curioso porque hasta ahora, no me había mostrado algo como eso.
Pero el gesto no dur