Greta se sintió descolocada por un instante al escuchar ese “cariño”. Una parte de ella se estremeció con una ternura inesperada. Pero se obligó a dejarlo pasar. No tenía sentido darle demasiada importancia a una palabra que, con toda probabilidad, Gino ya había usado con otras mujeres en la misma situación. Era mejor no caer en sentimentalismos. Se trataba de sex0 y solo eso.
Gino se apartó por un momento y abrió la primera gaveta del velador para tomar un preservativo. Luego regresó junto a ella, guiándola con suavidad para que volviera a recostarse, y se acomodó sobre su cuerpo, encajando con naturalidad en el espacio entre sus piernas.
Cuando sintió su miembro rozar su centro, un gemido escapó de sus labios y sus caderas se alzaron de forma involuntaria. Al parecer, su cuerpo ya no le pertenecía y respondía mejor a Gino.
—Alguien está demasiado ansiosa —murmuró él, con una sonrisa presumida.
Greta bajó la mano, recorriendo lentamente sus abdominales, y no pudo evitar sentirse vict