Greta se incorporó con cuidado, procurando no hacer ruido. Deslizó una pierna por el borde de la cama, pero se detuvo y contuvo el aliento al ver a Gino moverse. Esperó en silencio por unos segundos, a ver si despertaba, pero él continuó profundamente dormido, con el rostro relajado y la respiración pausada. Con movimientos suaves, terminó de ponerse de pie.Una ligera mueca se dibujó en su rostro cuando una punzada de incomodidad entre las piernas le recordó lo intensa que había sido la noche. Gino había cumplido su palabra y la había despertado una vez más para hacerla suya de nuevo. Si bien había creído que no podía disfrutar más que la primera vez, él se las había arreglado para demostrarle lo contrario. Había tocado el cielo entre suspiros y gemidos, completamente rendida ante el placer.No tenía ninguna queja. Gino había sido atento, apasionado… y considerablemente hábil. Se había asegurado de que ambos encuentros fueran tan placenteros para ella como lo fueron para él.Un suave
Greta estaba segura de que Gino iba a besarla. Lo sabía por la forma en que la estaba mirando, por cómo su respiración se había vuelto más lenta, por la manera en que su rostro se estaba inclinando lentamente hacia el suyo. También sabía que debía alejarse, pero sus pies parecían haberse anclado al suelo.Apenas un suspiro los separaba cuando Greta reaccionó. Una chispa de cordura la golpeó con fuerza, recordándole por qué eso no debía pasar de nuevo. Deseaba tanto volver a sentir los labios de Gino sobre los suyos, pero besarlo era una mala idea. Era mejor si lo que habían compartido quedaba en una noche. Dio un paso atrás de golpe, soltó el aire que había estado conteniendo y se aclaró la garganta. Rehuyó de la mirada de Gino mientras luchaba por controlar el deseo que corría bajo su piel.—Aquí tienes —dijo, extendiéndole el plato que todavía tenía en las manos y mirándolo al fin.—Gracias —respondió Gino, esforzándose por sonar tranquilo.Él se acercó a una de las sillas y se sent
—¿Qué te parece este? —preguntó Greta, sacando un vestido rosa del perchero con un gesto entusiasta.Caterine esbozó una sonrisa.—Es hermoso. Deberías probártelo.Greta alzó una ceja, divertida.—No, tú deberías probártelo. Yo ya tengo demasiados vestidos en casa como para justificar uno más. Además, tiene tu nombre escrito por todas partes.—No es que yo pueda justificar otro vestido más, pero es demasiado hermoso como para dejarlo en el perchero.Caterine tomó el vestido y continuaron su recorrido boutique. Alguien había ofrecido su ayuda al inicio, pero Greta prefería tomarse su tiempo observando y eligiendo, al igual que su amiga.Después de seleccionar algunas otras prendas, ambas se dirigieron a los probadores, cada una con su pequeño botín.Unos minutos después, Greta salió del probador primero, luciendo una blusa. Se observó en el espejo y le gustó como se veía la prenda en ella.—¿Qué opinas? —preguntó, girando sobre sí misma al escuchar a Caterine.—Te queda muy bien —dijo
Gino sonrió al ver la cantidad de gente reunida en casa de sus padres. Entre los familiares de su padre y los de su madre sumaban unas veinte personas, y además estaban todos los empleados del taller, a quienes también había invitado. Para él, eran tan parte del proyecto como él mismo. Sin su trabajo duro, le habría costado mucho más llegar hasta ese momento.Su madre había organizado una barbacoa al aire libre, todo estaba pensado para que los invitados se sintieran cómodos y pudieran disfrutar de una tarde tranquila y agradable. La atmósfera era relajada, con una música suave de fondo y el sonido de las conversaciones fluyendo sin esfuerzo.Había un par de mesas largas a los lados del jardín y sobre ellas se ofrecía una variedad de bebidas y bocadillos de todo tipo. Para asegurarse de que todo estuviera en su punto, su padre había contratado a un equipo de profesionales para que se encargaran de la parrilla.Su mirada se desvió en busca de Greta mientras asentía en automático a lo q
Greta ingresó los últimos comandos en su consola de desarrollo para completar el módulo final de análisis. El sistema respondió con un mensaje de error. Soltó una maldición por lo bajo y volvió a teclear, decidida a resolverlo. Sus dedos volaron sobre el teclado con prisa, mientras buscaba donde se había equivocado. Cuando lo encontró, lo corrigió de inmediato y continuó desde allí.Tomó una respiración profunda y presionó una última tecla. Casi gritó de alegría cuando el sistema respondió correctamente. Dejó escapar un largo suspiro y se recostó en la silla, aliviada. Aún quedaban algunos ajustes menores, pero se preocuparía por ello más adelante. Abrió el panel de simulación para poner a prueba los nuevos cambios. En teoría, las gráficas debían cargarse con mayor velocidad, y los datos reorganizarse automáticamente según la prioridad de cada usuario. Además, había logrado una mejora significativa en el algoritmo de recomendaciones sostenibles. Las sugerencias a los clientes debían
Greta se bajó del auto y le dedicó una sonrisa amable a su conductor. Aquel hombre de mediana edad, de gesto sereno y mirada atenta, llevaba apenas un par de días trabajando para ella como conductor y guardaespaldas. Sin embargo, su presencia no le resultaba incómoda. Tal vez porque, a pesar de no haber tenido antes a alguien asignado exclusivamente a su seguridad, había crecido rodeada de personas a su servicio.La casa de sus padres estaba siempre llena de empleados que rondaban atentos a cada movimiento suyo, como si fuera incapaz de hacer algo por sí sola. Solo cuando se mudó por su cuenta —unos meses después de comenzar a trabajar para su padre— conoció por primera vez lo que significaba la verdadera privacidad.El guardaespaldas la acompañó hasta el interior del departamento. Tras una revisión rápida y meticulosa de ambas plantas, regresó a la sala, donde ella ya se había acomodado en el sofá. Después de un largo día solo quería relajarse un poco y quizás ver algún programa de t
Greta avanzó con seguridad hasta uno de los sofás vacíos y se acomodó en él, recogiendo las piernas. Sabía que Gino aún la observaba. Podía sentir el calor de su mirada como una caricia invisible deslizándose por su piel.Tal vez debería haber elegido algo más recatado para ponerse, pero lo cierto era que todo su repertorio de pijamas era igual de provocador… o incluso peor. Siempre había tenido una debilidad por la ropa que la hacía sentirse sexy, en especial cuando se trataban de prendas interiores y pijamas. Por otro lado, podría haberse colocado encima una bata o incluso un suéter para cubrirse. Pero su lado rebelde se había hecho cargo y la había impulsado a salir tal cual estaba.—Entonces, ¿qué decías sobre ese vino? —preguntó, intentando sonar casual.Gino no respondió de inmediato. La contempló en silencio durante unos segundos que se sintieron eternos. Greta no dejó que su mirada vacilara, sostuvo su mirada con seguridad, aunque por dentro era un lío. Sentía el corazón en la
Gino abrió los ojos, desorientado por un instante. No tardó en darse cuenta de la habitación en la que se encontraba no era la suya, sino la de… Greta. Habían llegado allí en algún momento de la noche después de que habían tenido sex0 en la sala.A su lado, escuchó una respiración pausada. Se giró con suavidad y vio a Greta. Dormía de costado, el cabello enredado le cubría parte del rostro. Gino alzó una mano y, con cuidado, le apartó el mechón, acomodándolo detrás de la oreja. No pudo evitar rozarle el rostro con la yema de los dedos, en una caricia breve.Se incorporó con cuidado para evitar despertarla. Recordó que la última vez que habían estado juntos ella había preparado el desayuno en su casa. Esta vez le tocaba a él devolver el gesto. Esperaba que ella durmiera un poco más; sin embargo, apenas posó los pies en el suelo, sintió movimiento a su espalda. Al volver la mirada, notó que Greta tenía los ojos abiertos.—Buenos días, dormilona —saludó con una sonrisa.—Buenos días, ¿qu