—Necesito ir al tocador —informó Greta, lanzando una mirada de su novio a Isaia, sin estar del todo segura de si era buena idea dejarlos solos.
Gino tenía los hombros rígidos y la mandíbula ligeramente apretada, aunque no creía que fuera a provocar una escena, al menos no sin una buena razón.
—Está bien, lindura —dijo Gino.
Greta, se dio la vuelta y, sin esperar más, se alejó hacia el baño.
Gino esperó en silencio hasta que Greta desapareció en la distancia antes de volver a fijar su mirada en Isaia. Su rostro se endureció mientras se preparaba para decir lo que pensaba de una vez por todas.
—Greta y yo estamos juntos y somos felices. Eso no va a cambiar —dijo sin andarse con rodeos. Quería dejar las cosas claras—. Si tienes intención de interponerte entre nosotros o algo por el estilo, será mejor que lo pienses mejor. Preferiría no tener que usar los puños para hacerme entender, porque eso pondría a Greta de mal humor y odio molestarla. Pero lo haré si es necesario.
Isaia lo miró f