Gino recorrió el corredor de la casa de sus padres, guiado por el sonido de unas risas femeninas que conocía demasiado bien. Al llegar a la sala, se encontró con una escena que lo hizo cubrirse los ojos, entre divertido y enternecido. Sus padres estaban en el sofá, besándose como dos adolescentes enamorados.
—Esto tiene que ser una broma —gimió—. ¿No fue suficiente con todo el trauma que me causaron en la infancia? —preguntó con una sonrisa burlona—. ¿Ya puedo mirar o tendré que buscar un terapeuta después de este día?
Espió entre los dedos, descubriendo que ambos se habían detenido, así que bajó la mano.
Su madre tenía una sonrisa tímida y su padre lo observaba con ese brillo pícaro en los ojos que siempre lo había caracterizado.
Desde que podía recordar su padre siempre había estado completamente rendido ante su madre. La adoraba con una devoción casi obsesiva, de esas que daban un poco de vergüenza ajena cuando uno era adolescente. Probablemente habrían tenido más hijos de no ser p