Greta tenía que admitir que no la estaba pasando tan mal. El chico que sus amigas le habían presentado al llegar a la discoteca no estaba tan mal. Aunque tenía un sentido del humor peculiar y a veces sonaba algo excéntrico, tampoco le resultaba insoportable.Sus amigas se habían ido a la pista de baile con sus respectivos acompañantes minutos atrás, dejándola a solas con él.Giró la cabeza, distraída. Hacía un tiempo que no salía de fiestas con ellas y era como si estuviera fuera del lugar. Aunque, si debía ser sincera, nunca había sentido que encajara en su grupo de amigas. Solo salía con ellas porque era del circulo que frecuentaba y se había acostumbrado a tenerlas alrededor.Si tuviera que pensar en alguien a quien acudir en caso de una verdadera emergencia, probablemente sería Caterine… la esposa de su ex prometido. Algo bastante insólito, lo sabía.Caterine no solo era descaradamente sincera —una cualidad que Greta valoraba—, sino que también era el tipo de persona dispuesta a d
Gino volvió solo a la barra. La mujer con la que había estado bailando se había excusado para ir al baño, o al menos eso fue lo que él entendió. En realidad, no le había estado prestando mucha atención. Solo había estado agradecido porque al fin podía alejarse de ella.Por supuesto, la mujer era atractiva, con unas curvas de infarto que no pasaban desapercibidas. Sin embargo, su perfume era tan fuerte que lograba imponerse incluso sobre el torbellino de olores del lugar y le había resultado sofocante, aunque lo cierto era que ese ni siquiera había sido el principal problema por el cual había querido alejarse de ella.No.El verdadero problema era Greta.Con el vaso en la mano, se giró hacia la pista de baile y la buscó con la mirada. Allí estaba ella, en medio del tumulto, bailando como si el mundo no existiera. Su cabello, recogido en una cola alta, se movía con gracia, y su cuerpo se balanceaba de un lado a otro. Era como si Gino se encontrara bajo un hechizo porque era incapaz de m
Greta no podía mirar a Gino. Su vista estaba fija en los edificios que pasaban del otro lado de la ventanilla del taxi, iluminados por las luces nocturnas. El silencio se había instalado entre ambos desde que había subido al vehículo, denso pero no incómodo, como si ninguno de los dos tuviera exactamente idea de qué decir en un momento como aquel.Greta estaba absorta en sus pensamientos, preguntándose qué demonios estaba haciendo, pero sin encontrar las fuerzas para echarse para atrás. Porque, maldita sea, se había sentido demasiado bien al ser besada por Gino y la intensidad con la que deseaba que volviera a suceder la dejaba sin aliento.—¿Te estás arrepintiendo? —preguntó Gino con suavidad, acercándose a ella. Le apartó un mechón de cabello y lo acomodó detrás de la oreja.Greta sintió cómo su cuerpo vibró ante ese gesto mínimo. Maldición. ¿Cómo podía afectarla tanto algo tan simple?Se giró hacia él y negó con la cabeza.—¿Y tú? —contraatacó con la misma pregunta.Gino sonrió de l
Greta se sintió descolocada por un instante al escuchar ese “cariño”. Una parte de ella se estremeció con una ternura inesperada. Pero se obligó a dejarlo pasar. No tenía sentido darle demasiada importancia a una palabra que, con toda probabilidad, Gino ya había usado con otras mujeres en la misma situación. Era mejor no caer en sentimentalismos. Se trataba de sex0 y solo eso.Gino se apartó por un momento y abrió la primera gaveta del velador para tomar un preservativo. Luego regresó junto a ella, guiándola con suavidad para que volviera a recostarse, y se acomodó sobre su cuerpo, encajando con naturalidad en el espacio entre sus piernas.Cuando sintió su miembro rozar su centro, un gemido escapó de sus labios y sus caderas se alzaron de forma involuntaria. Al parecer, su cuerpo ya no le pertenecía y respondía mejor a Gino.—Alguien está demasiado ansiosa —murmuró él, con una sonrisa presumida.Greta bajó la mano, recorriendo lentamente sus abdominales, y no pudo evitar sentirse vict
Greta se incorporó con cuidado, procurando no hacer ruido. Deslizó una pierna por el borde de la cama, pero se detuvo y contuvo el aliento al ver a Gino moverse. Esperó en silencio por unos segundos, a ver si despertaba, pero él continuó profundamente dormido, con el rostro relajado y la respiración pausada. Con movimientos suaves, terminó de ponerse de pie.Una ligera mueca se dibujó en su rostro cuando una punzada de incomodidad entre las piernas le recordó lo intensa que había sido la noche. Gino había cumplido su palabra y la había despertado una vez más para hacerla suya de nuevo. Si bien había creído que no podía disfrutar más que la primera vez, él se las había arreglado para demostrarle lo contrario. Había tocado el cielo entre suspiros y gemidos, completamente rendida ante el placer.No tenía ninguna queja. Gino había sido atento, apasionado… y considerablemente hábil. Se había asegurado de que ambos encuentros fueran tan placenteros para ella como lo fueron para él.Un suave
Greta estaba segura de que Gino iba a besarla. Lo sabía por la forma en que la estaba mirando, por cómo su respiración se había vuelto más lenta, por la manera en que su rostro se estaba inclinando lentamente hacia el suyo. También sabía que debía alejarse, pero sus pies parecían haberse anclado al suelo.Apenas un suspiro los separaba cuando Greta reaccionó. Una chispa de cordura la golpeó con fuerza, recordándole por qué eso no debía pasar de nuevo. Deseaba tanto volver a sentir los labios de Gino sobre los suyos, pero besarlo era una mala idea. Era mejor si lo que habían compartido quedaba en una noche. Dio un paso atrás de golpe, soltó el aire que había estado conteniendo y se aclaró la garganta. Rehuyó de la mirada de Gino mientras luchaba por controlar el deseo que corría bajo su piel.—Aquí tienes —dijo, extendiéndole el plato que todavía tenía en las manos y mirándolo al fin.—Gracias —respondió Gino, esforzándose por sonar tranquilo.Él se acercó a una de las sillas y se sent
—¿Qué te parece este? —preguntó Greta, sacando un vestido rosa del perchero con un gesto entusiasta.Caterine esbozó una sonrisa.—Es hermoso. Deberías probártelo.Greta alzó una ceja, divertida.—No, tú deberías probártelo. Yo ya tengo demasiados vestidos en casa como para justificar uno más. Además, tiene tu nombre escrito por todas partes.—No es que yo pueda justificar otro vestido más, pero es demasiado hermoso como para dejarlo en el perchero.Caterine tomó el vestido y continuaron su recorrido boutique. Alguien había ofrecido su ayuda al inicio, pero Greta prefería tomarse su tiempo observando y eligiendo, al igual que su amiga.Después de seleccionar algunas otras prendas, ambas se dirigieron a los probadores, cada una con su pequeño botín.Unos minutos después, Greta salió del probador primero, luciendo una blusa. Se observó en el espejo y le gustó como se veía la prenda en ella.—¿Qué opinas? —preguntó, girando sobre sí misma al escuchar a Caterine.—Te queda muy bien —dijo
Gino sonrió al ver la cantidad de gente reunida en casa de sus padres. Entre los familiares de su padre y los de su madre sumaban unas veinte personas, y además estaban todos los empleados del taller, a quienes también había invitado. Para él, eran tan parte del proyecto como él mismo. Sin su trabajo duro, le habría costado mucho más llegar hasta ese momento.Su madre había organizado una barbacoa al aire libre, todo estaba pensado para que los invitados se sintieran cómodos y pudieran disfrutar de una tarde tranquila y agradable. La atmósfera era relajada, con una música suave de fondo y el sonido de las conversaciones fluyendo sin esfuerzo.Había un par de mesas largas a los lados del jardín y sobre ellas se ofrecía una variedad de bebidas y bocadillos de todo tipo. Para asegurarse de que todo estuviera en su punto, su padre había contratado a un equipo de profesionales para que se encargaran de la parrilla.Su mirada se desvió en busca de Greta mientras asentía en automático a lo q