Greta soltó un largo suspiro, se quitó los tacones con alivio y caminó descalza hacia la sala de su penthouse. Había sido un día demasiado largo, y lo único que deseaba era lanzarse a la cama y dormir hasta el lunes, o hasta el próximo año, si es que era posible.
En su habitación, se dirigió al baño para una ducha rápida. El agua caliente corrió por su piel, arrastrando el cansancio y devolviéndole algo de energía. Al salir, con la toalla envuelta en el cuerpo, se sentó al borde de la cama y comenzó a secarse el cabello con desgano. En cuanto terminó, fue a tomar una ropa de dormir. Tenía una debilidad por los pijamas suaves, de seda y preferiblemente sexy.
Apenas había terminado de vestirse cuando su celular comenzó a sonar con insistencia.
—Hola, mamá —contestó y se arrastró debajo de las sábanas.
Durante la siguiente media hora, escuchó a su madre hablar sin pausas, apenas prestando atención a sus palabras. Greta respondía apenas con monosílabos mientras sus párpados se volvían cad