Corleone miró a Caterine con una ceja arqueada mientras ella parecía darse cuenta que había hablado en voz alta. No entendía de dónde había surgido su repentino interés en su relación con Greta. A veces era imposible no preguntarse cómo funcionaba su cabeza y si pensaba antes de hablar o simplemente decía lo primero que cruzaba por su mente.
A su lado, Greta permanecía en silencio, probablemente había olvidado lo que estaba diciendo antes de que Caterine la interrumpiera.
Corleone se llevó su vaso de agua a los labios, sin dejar de mirar a Caterine y sin la menor intención de brindarle una salida. Seguro que ella encontraría la manera de arreglárselas sola... o hundirse aún más. Se inclinaba más hacia la segunda opción.
—Yo… —empezó Caterine, titubeando ligeramente—. Lo siento, no era mi intención ser grosera, y mucho menos entrometida. Supongo que aún me estoy recuperando de la sorpresa de descubrir que alguien como el señor Fioravanti estuviera en una relación.
—¿Alguien como yo? —pr