—Totalmente, hombre. Hacía mucho tiempo que no veía esa mirada intensa, necesitada y decidida en tu cara. Me corrijo, nunca la había visto— dijo Steven.
Aidan no contestó y sorbió su bebida. El deseo que sentía por Sharon era proporcional a los celos que estos dos le habían provocado con sus pullas.
Tenían razón, estaba bien jodido, lo entendía ahora. Y la única forma de sacar a Sharon de su sistema sería enterrándose en ella duro. No había otra posibilidad. Si no lograba que se entregara a él, su obsesión no haría más que aumentar.
—¡Mierda!—bajó la vista y tanto Dax como Steven rieron, los cabrones.
—Sí, señor, totalmente jodido.
No negó más ni echó leña a la conversación. Su cabeza estaba en Sharon. Tenía que tenerla. No había otra forma. La deseaba con todas las fuerzas de sus impulsos.
—Tal vez esto sea una buena cosa—agregó Steven—. Eres un maldito ídolo, hombre, un atleta reconocido y tienes un tipazo, eso dicen. Seguro que esta nena babea por ti.
—No tiene idea de hockey.
—¿Y