Serían ella y su uniforme ingresando a ese lujoso edificio. No era importante, considerando que era una Cenicienta moderna. Salvo que ella era una versión menos idealizada: curvy, sin hermanastras malvadas, sin expectativa de casamiento con el príncipe. Milo tenía toda la estampa, él sí se apegaba al esquema. Supuso que habría alguna princesa dorada para él. No le sentó bien pensarlo, así que frenó su imaginación. Algo de magia había, para ella. Y la disfrutaría tanto como pudiera, decidió.
Las horas se le volvieron interminables, sus manos cada vez más tembleques al avanzar la tarde. A las 18:30 su trabajo finalizó y fue con rapidez al precario baño para el personal e hizo lo que pudo para mejorar su aspecto cansado y sudoroso. Lo único que le gustaba era su ropa interior: Nueva y osada. Le gustaba sentirse sexy. Pensó que su lencería de muerte combinaba terrible con sus zapatillas, pero tendría que funcionar.
El mismo vehículo y chofer la esperaron esta vez, aunque él no estaba aden