Algo en ella quiso rebelarse, pero luego se abandonó a la idea de que Milo impusiera el qué y el cómo. Y también el cuándo. Todo lo que quería era a él en ella, sobre ella, con ella. Supuso que más adelante tendría tiempo para tocarlo y disfrutarlo.
—Este es la vagina más dulce y delicioso que he probado nunca. Tan rosa, tan jugoso, chorreando para mí—la lamía sin parar, el ruido de su lengua audible al chasquear sobre sus fluidos.
Él se deleitaba con su intimidad, tomando su excitación e imponiendo con su ritmo sensaciones crecientes que preludiaban un intenso desenlace.
Las vibraciones eléctricas que logró arrancar de su clítoris comenzaron a formar un nudo denso de energía devastadora que amenazaba expandirse y estallar.
Sus pezones le dolían, necesitados, y fue desobediente al llevar sus manos a ellos y acariciarlos con lentitud, totalmente abandonada a la sensación de éxtasis, marea que nació en su bajo vientre y se extendió hasta cada uno de los rincones de su piel impactado su