Solo los gritos de una bestia que sobrevolaba el castillo se escuchaba, desde que despertó con la mirada de su padre sobre ella.
Pasadas muchas horas y con visible oscuridad...el clamor seguía, pero la ausencia del demonio estaba intacta...no había vuelto, incluso aquellos que dejo para cuidarla también se marcharon definitivamente luego de dejarle la cena y hacerle un gesto de obediencia sutil.
En esa soledad solo le quedó abrir una de las ventanas y observar lo que parecía un abismo.
—Necesito salir de aquí. —Murmuro sin percatarse de que el ave estaba sobre su ventanal. —¡Mí León!.—Grito.
Miraba todo a su alrededor, al menos lo visible desde esa altura. Fue consciente de m que quizás no hubiera conocido a Leoncio...si hubiera nacido en ese rincón Carmesí...quizás lo habría amado el infierno, pero ya era tarde. Sus pensamientos estaban con el Leoncio, atados a su ser y otra dimensión que la siente más suya.
Se retiro un poco cuando sintió un peso extra en el ambiente...retrocedió