El sobre pesaba como plomo entre mis manos. Había pasado la noche entera mirándolo, incapaz de abrirlo, aunque ya sabía lo que contenía. Las fotografías que Julián me había mostrado eran solo la punta del iceberg. Esto era el expediente completo: la verdad sobre Elías Montoya.
La verdad sobre el hombre con quien compartía mi cama.
El amanecer se filtraba por las cortinas cuando finalmente rompí el sello. Mis dedos temblaban mientras extraía los documentos. Informes forenses, declaraciones de testigos protegidos, fotografías de escenas del crimen. Todo apuntaba a lo mismo: Elías había orquestado el asesinato de su propio padre.
No fue mi padre. No fue el Cártel Rivas.
Fue él.
La masacre en la iglesia, la sangre derramada sobre el altar, los cuerpos de los guardaespaldas... todo había sido planeado meticulosamente por Elías para tomar el control del Cártel de San Andrés. Y luego había usado esa tragedia para forzar una alianza con mi padre, para forzar nuestro matrimonio.
Para forzarme