Pero la que entra es Isabela.
—Por fin despiertas… ¿no sabes cuánto me asustaste? —avanza rápidamente, entre lágrimas de alegría.
Pero justo cuando intenta tomar la mano de Diego Santoro, él la aparta de un movimiento seco.
—¿Cómo es que eres tú?
El frío de la mirada de Diego atraviesa a Isabela, y su sonrisa se desvanece.
—¿Quién esperabas que viniera? ¿Camila?
—Te preparaste durante tres años, a punto de ascender a CEO, y por Camila, lo dejas todo atrás.
—¿De verdad crees que Camila te va a corresponder, después de todo lo que dejaste?
—¡Cállate! —el músculo de la sien de Diego se tensa—. Si no fuera por ti, nada de esto se habría arruinado.
Isabela ríe, y pronto las lágrimas ruedan por sus mejillas.
—¡Diego Santoro, todavía eres humano! Fuiste tú quien me provocó primero, fuiste tú quien me dijo que con Camila solo era responsabilidad… y que el único que de verdad quería casarse conmigo eras tú!
Pero Diego no se inmuta.
—Tampoco eres tan inocente. Desde el principio sabías que tu po