Diego no sabía de dónde había sacado un carro, pero cada mañana, cuando Camila iba a trabajar, él estaba afuera esperándola.
Cuando Camila volvía a casa, su auto seguía estacionado en el patio, pasando la noche allí.
Diego se encargaba personalmente de que cada comida le llegara caliente.
Preparaba o mandaba traer incluso los snacks que a Camila le gustaban de antes, con mucho cuidado y atención, dejándolos en la puerta de su departamento.
Pero sin excepción, Camila siempre los devolvía frente a él, dándoselos a cualquier otro.
En apenas una semana, Diego perdió peso de manera evidente; su estado físico empeoraba a ojos vista.
Cuando sus miradas se cruzaban, Diego se enrojecía, con los ojos suplicantes.
Pero Camila desviaba la mirada enseguida, tratándolo como a un desconocido.
No quería tener más relación con él, ni permitir que su presencia incomodara a Ramiro.
Llegó la primera nevada, y la temperatura bajó drásticamente.
Sabiendo que Camila sentía frío, Ramiro ya había encendido la