Al día siguiente, Diego preparó el desayuno, y observaba con cuidado cada reacción de Camila.
—Amor, las noches sin ti son un tormento, pero todavía quedan trece días más antes de que pueda casarme contigo.
—Sí, trece días más.
La mirada de Camila se oscureció.
—Diego, pásame el pan.
Diego apenas había tomado uno cuando Isabela se acercó y lo tomó de su mano para comer, volteando inmediatamente hacia Camila.
—No te metas con ella, siempre le gusta hacer travesuras.
Antes, Diego siempre controlaba la cercanía con otras mujeres, nunca permitiría que ella sufriera ni un poco.
Ahora Camila comprendía: esa consideración nunca se aplicó a Isabela.
—No importa. —Camila ni siquiera levantó la mirada.
Diego se quedó atónito.
—Camila, tú…
—Camila, ¿sabes cómo era Diego antes? —interrumpió Isabela, con la mirada desafiante. Antes era un hombre aburrido, pero siempre me escuchaba. Cocinaba lo que yo quería, recordaba mis días delicados, aprendía a darme sorpresas… —Isabela hablaba con orgullo.
Camila escuchaba en silencio, la garganta hecha un nudo. Le quedaba claro: todo lo que alguna vez valoró en Diego no había sido para ella, sino para el antiguo amor.
—¡Isabela, deja de hacer tonterías! —la advertencia de Diego sonó débil, más indulgente que firme.
El estómago de Camila se cerró por completo.
Volvió a su habitación, tomó los documentos y salió.
Diego tenía su celular en la mano.
—Acaban de llamar de Recursos Humanos, preguntan cuándo vas a entregar los documentos de la entrega.
—Diego, ¿no habías aprobado mis vacaciones de boda? ¿Qué entrega?
Para preparar la boda, Camila había juntado todos sus días de vacaciones, logrando un mes libre.
—Faltó un detalle, así que tengo que pasar por allá.
—Está lloviendo, te acompaño —dijo Diego sin pensarlo mucho.
Camila abrazó los documentos, entre los cuales había papeles de la visa.
No le importaba que él supiera de antemano; no planeaba ocultárselo.
El viaje fue en silencio.
Al llegar al edificio de la empresa, Diego sostuvo el paraguas sobre Camila mientras ella caminaba.
Aunque estaba distraído respondiendo mensajes en el celular, el paraguas seguía inclinado hacia ella, protegiéndola como siempre.
Algunos gestos de cariño… realmente se podían fingir.
Camila lo observó con frialdad.
Diego… solo un poco más y esta obra terminará.
Recursos Humanos salió a recibirla.
—Camila, los documentos de tu asignación en el extranjero…