—Déjala pasar —dijo Asher, mirándome—. La reunión de Mateo debería acabar en media hora. Puede esperarlo adentro.
Lo miré sorprendida.
—¿Y ahora no temes que haga algo para dañarlo? ¿Robar archivos, espiar secretos o algo así?
Asher sonrió.
—Hoy Mateo está de muy buen humor, incluso me pidió que mandara a hacer un regalo para ti. Así que supongo que ya se reconciliaron. En este mundo, solo tú puedes hacerlo feliz. Esos cuatro años... —se detuvo de la nada, y luego añadió con una sonrisa—. En fin, ya pasó, lo importante es que él esté feliz.
No podía negarlo, Asher era de verdad leal a Mateo.
¿Y si lo convencía para que trabajara conmigo un tiempo?
Si quería arrinconar a mi padre hasta dejarlo sin salida, iba a necesitar ayuda.
Pero contratar a alguien era arriesgado; bastaba con que Camila les ofreciera más dinero para que se volvieran en mi contra.
En cambio, Asher era una opción mucho más segura.
El despacho de Mateo era amplio y luminoso.
Dejé la sopa dulce sobre su escritorio y, al