Los modelos del Club Platino se alinearon en medio del salón, perfectamente formados.
Cada uno tenía un físico imponente: caras atractivas, piernas largas y bien formadas, cuerpos esculpidos.
Llevaban sus uniformes de trabajo, irradiando pura energía masculina.
Los ojos de Valerie brillaban mientras me jalaba del brazo:
—¡No, increíble, increíble! Siempre lo dije, los strippers del Club Platino son lo mejor. Seguro debajo de esa ropa tienen abdominales marcados. Voy a mirar todo lo que pueda.
La miré, y luego eché una rápida mirada a Alan, que estaba molesto.
Con un tono sarcástico, le dije a ella:
—No exageres, los abdominales de Alan tampoco deben estar mal. Míralo a él y ya.
—¡No es lo mismo! Los del Club Platino son famosos. Esta oportunidad no se repite, tengo que aprovechar. Dios, Mateo es tan considerado, tan atento con nosotras las mujeres.
No sabía si reír o llorar.
¿Pedir strippers era "considerado y atento"?
Vaya idea.
En realidad, sabía que Mateo no hacía esto por bondad.