Cuando lo escuché, lo entendí todo.
Le dije a Valerie:
—Tu carácter es así, te enojas rápido pero también se te pasa rápido. Cuando se te pase el enojo, deja que él te lo explique bien.
Alan bajó la mirada, melancólico.
Yo no pude evitar suspirar. Nadie pensaría que este experto en amores también terminaría confundido por una mujer.
Pero en un segundo cambió de expresión, y con esa sonrisa descarada me dijo:
—Oye, escuché que Luki y Embi están viviendo con Mateo. ¿Por qué no te fuiste tú también? ¿De verdad puedes estar tranquila dejando a esos dos niños en manos de ese hombre?
Esa actitud de cínico hizo que me dieran ganas de decirle:
—Ocúpate primero de arreglar lo tuyo con Valerie antes de meterte en lo de los demás.
—Ay, tranquila, tranquila. Valerie puede tener mal genio, pero no existe mujer que Alan no pueda contentar. Tú ayúdame a calmarla un poco, y en un par de días vuelvo a buscarla, ¿sí?
Dicho eso, miró una vez más hacia la habitación de Valerie y se marchó.
Cuando se fue,